por Tashi Copeland
La falta de oportunidades, equidad e inclusión en las empresas estadounidenses ha sido un tema muy discutido durante este año. Sin embargo, las entidades sin fines de lucro no pueden excluirse de esta conversación. Múltiples estudios muestran que esta industria todavía es predominantemente blanca, especialmente en términos de roles de liderazgo y juntas directivas. Los líderes de organizaciones sin fines de lucro deben aumentar su conciencia sobre las barreras que enfrentan los aspirantes a líderes de color, desarrollar su capacidad para afrontarlas y, en última instancia, desmantelarlas.
La Fundación Comunitaria de Indiana Central (Central Indiana Community Foundation, CICF) reconoce el efecto dominó en el sector filantrópico cuando hay una falta de diversidad, equidad e inclusión. Sin líderes de color, no hay una comprensión cercana de las experiencias racializadas de esas comunidades. Sin personal de color, hay poca o ninguna responsabilidad ante esas comunidades y, en última instancia, sin perspectivas de las personas de color, hay un refuerzo de la brecha de oportunidades raciales: un sesgo sobre cómo se diseminaron los dólares filantrópicos.
La CICF reconoce que la comunidad negra, la comunidad latina, la comunidad asiática, las comunidades indígenas, LGTBQ + y las personas con discapacidad siempre han estado arraigadas en el sector filantrópico, independientemente de su título o afiliación. Cada uno de nosotros, en CICF, celebramos su trabajo y continuaremos elevando sus voces.
Y esta es la voz de Tashi Copeland, gerente de comunicaciones de CICF, con su artículo, “Nosotros, también, somos filantropía”.
Filantropía. Un colectivo de personas que se esfuerza por crear un cambio profundo.
Creando causas para elevar al colectivo, ya sea la recopilación de tiempo, talento o tesoro.
Pero falta algo.
Ustedes pueden apreciar que, desde el principio, esta sección de nuestra sociedad estaba reservada para blancos acaudalados.
Y aunque las décadas crearon innovaciones en campañas de promoción y donación,
las dirigencias, los rostros de los equipos y salas de juntas de estas fundaciones no cambiaron.
Así que ahora nos encontramos en una situación difícil.
El dilema de 2021 es una pandemia, tanto en nuestros cuerpos como en nuestras juntas directivas.
Cuando las decisiones de financiamiento carecen de reflexión porque no hay un miembro de nuestras comunidades a la vista,
nos ignoran.
Cuando la solicitud de subvención no ofrece otra opción que la lengua de los padres fundadores, (Os Estados Unidos não têm língua oficial…por cierto)
nos silencian.
Cuando las barreras falsas, como esa de que la fundación se quedó corta para dar financiamiento a las organizaciones de base,
nos quedamos cortos en el cambio.
Cuando los directivos solo prestan atención a su círculo con quien comparten las mismas membresías del club,
no podemos ser escuchados.
Cuando la narrativa de las comunidades carece de un lenguaje de activos y solo reduce el déficit,
luchamos por demostrar nuestro valor.
Lo que necesitamos es una verdadera oportunidad, equidad e inclusión, no el engaño simbólico en el que nos encontramos hoy en día.
Pero alguien tiene que ser la chispa para encender estas conversaciones, para posteriores iteraciones, del verdadero cambio.
Para mí, la CICF ha sido esa chispa.
Es una organización que me permite poner todo mi ser en el trabajo.
De mis trenzas artificiales hasta mis preguntas atrevidas.
Y no cuestiona mi silencio cuando los medios constantemente reavivan mi trauma pasado.
Es una fundación que me da la base para saber que está bien cometer errores.
sin perder mi participación en este trabajo crítico.
Trabajar con un equipo de líderes en los que veo mi reflejo, muestra el cambio que debe realizarse en este sector filantrópico.
Sin embargo, yo soy solo una cara en un mar de personas morenas y negras que tocan la puerta de la filantropía.
Estamos listos para quitar la cortina y permitir que entre la luz sobre las disparidades en el sector que está lingüísticamente arraigado en el amor a la humanidad.
Estamos listos para abrir las puertas a las organizaciones que nuestros padres fundadores hubieran considerado una locura.
Estamos listos para construir un vecindario de líderes morenos y negros a quienes se les dé más que migajas.
Estamos listos para compartir el legado de Langston de estar en la mesa cuando llegue la compañía.
Nosotros también somos filantropía.